Según me dijo le llamaba la
atención observar las frecuentes reacciones en contrario que provocaban en muchos argentinos los
comentarios, dichos o inclusive acciones del Papa Francisco, en particular aquellas que pudieran rozar cuestiones
políticas.
Me dijo sin
dudar que "desde Europa" (reitero
que FRANCISCO llevaba apenas dos años de pontificado; digamos que las líneas
directrices de su papado estaban aún esbozándose) se veía con absoluta
claridad cómo FRANCISCO PAPA era visto y recibido de dos formas
diametralmente opuestas:
·
de una manera
en Argentina (ó por los argentinos)
·
y de otra
manera en el resto del mundo.
Mientras los fieles del
mundo entero veían en FRANCISCO al poverello de Asís que venía
a reconstruir la Iglesia de Cristo con absoluta humildad (recordemos el gesto
de "hacerse bendecir" por la multitud congregada en la Plaza de San
Pedro la noche de su elección), a "abrir la Iglesia" y a ordenar lo
que requiriera orden, e impedir y combatir lo que se apartara de su único y
verdadero fin, y - además - se admiraban de la absoluta transparecia de sus
intenciones y coherencia de acciones, no podía decir lo mismo de la
mirada que respecto de FRANCISCO se tenía en la ARGENTINA, o que de él
tenían los argentinos.