Invitó a que “aquí, al lado de San Cayetano, reflexionemos sobre esta enseñanza de sabiduría … sabiduría viene de sabor, de poder saborear las cosas de Dios, saborear el Cielo, la vida definitiva que vamos a tener. En eso nos ayudan los santos porque ellos ya están gozando de la presencia de Dios, ellos fueron pregustando en esta vida, a través del amor al prójimo, el servicio, el perdón, el trabajo, la amistad, la cercanía, la honestidad, todas estas cosas que nos preparan para el Cielo. Y San Cayetano está para interceder para que no perdamos el sabor de la vida cristiana”. Y señaló que “ese sabor consiste en rezar, en ayudar al prójimo, en saber compartir con el que menos tiene, ése es el sabor de la vida, eso es sabiduría”.
Asimismo, exhortó a confiar y a gustar las cosas de Dios, “y así vamos a tener la experiencia de que es un Padre Providente, que no nos hará faltar el pan de vida de cada día, que no me hará faltar ese trabajo que nos va a permitir que dignifique las cosas que toco”, ya que “somos dignos porque somos hijos e hijas de Dios”.
En este sentido manifestó que “tenemos que ir al encuentro de Dios, a la fuente del agua viva que siempre va a calmar nuestra sed y tranquilizar nuestro corazón. Y no voy solo sino con mi familia, con mis amigos, con mis vecinos”, porque “nos va a dar la paz, la amistad que necesitamos cultivar, nos va a ayudar a ser verdaderos hermanos los unos de los otros y a ser buenos ciudadanos en esta sociedad en la que vivimos”.
Hacia el final invitó a que “le pidamos al Señor, como decía el salmista: ‘El justo no vacilará jamás, no tendrá que temer malas noticias, su corazón está firme confiado en Dios’, que San Cayetano nos ayude a tener nuestro corazón profundamente arraigado en el corazón amoroso de nuestro Buen Jesús.
Antes de la bendición final, el padre Acevedo agradeció a todos los que trabajaron para la realización de las festividades en honor del Santo Patrono y al Obispo por su presencia en esta celebración.
Mientras se entonaba el Himno a San Cayetano, las sagradas imágenes ingresaron al templo donde recibieron la veneración de los fieles.
Finalizados los actos litúrgicos, se sirvió un chocolate caliente con bollitos.