Esa diversidad existe hasta en el cuerpo jerárquico, entre los
obispos. No son todos iguales ni piensan de la misma manera. Pero más allá de
la jerarquía hay también diferencias entre quienes ejercen distintos
ministerios en la Iglesia como el caso de los sacerdotes. Y, en particular,
entre los curas de claro compromiso social con los más pobres y
excluidos hay también modos de ser y de actuar que distinguen a unos y a
otros. Aunque la crónica periodística suele confundir a los “Curas
villeros” (CV) con los “Curas en la opción por los
pobres” (COPP) se trata en realidad de dos agrupamientos diferentes,
aunque con raíces comunes y, si bien con muchas
coincidencias, también con acentos que los diferencian. Es más.
Aunque de ninguna manera se pueda hablar de “grieta” entre estos curas que
trabajan en medios populares y muchos de los sacerdotes sonríen y hacen bromas
cuando se habla de “bandos”, otros se molestan cuando la prensa los confunde o
los iguala. También es cierto que hay quienes se identifican tanto con los CV
como con los COPP y no tienen mayor problema en ser reconocidos bajo una u otra
denominación. Lo importante, dicen quienes se alinean en esa posición, es “la
cercanía con el pueblo y el anuncio del Evangelio desde los sectores populares
y junto a ellos”.
La
historia
Una
buena referencia histórica para rastrear el origen de los movimientos
sacerdotales, remite a los años setenta,
con posterioridad al Concilio Vaticano II. En esa década, a lo
largo y a lo ancho de América Latina y alimentados también
por la “opción por los pobres” impulsada por la II Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano (Medellín, 1968), surgieron grupos
de sacerdotes reunidos en torno al compromiso social con el
pueblo y claramente con la consigna de “la liberación”, algo que
también se manifestó en el pensamiento eclesiástico --aunque con diferentes
acepciones-- como la “teología de la liberación”, una corriente
religiosa de cuño latinoamericano.
En Argentina,
esa expresión sacerdotal se reunió bajo el nombre de Movimiento
de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) en cuyas filas se enrolaron
figuras de enorme peso político, social y religioso como el cura Carlos
Mugica, asesinado en 1974, y otros como Alberto Carbone, Domingo Bresci,
Rodolfo Ricciardelli, Jorge Vernazza, Rolando Concatti y Rubén Dri, para
mencionar tan solo algunos referentes. También hubo víctimas de la dictadura
cívico militar entre los integrantes del MSTM.
Por diferentes motivos, entre los cuales cuenta
la represión de la dictadura y la persecución institucional de
la jerarquía católica, el MSTM se disolvió y fue en 1986 cuando
un grupo de sus antiguos integrantes a los que se sumaron otras más
jóvenes, dio vida a lo que hoy se conoce como COPP. Desde entonces y hasta
ahora, el nuevo nucleamiento se mantuvo activo, con encuentros anuales,
actividades, pronunciamientos y presencia constante en la vida
eclesiástica, pero sobre todo social y política del país y en directa
relación con los barrios, los movimientos populares y
las organizaciones de base.
Pero simultáneamente
y sin directa relación con los COPP también se reunían en Buenos Aires y
en el Gran Buenos Aires algunos sacerdotes auto designados como “curas
villeros” por el hecho de que vivían en las villas y ejercían allí su
trabajo pastoral. Al comienzo del gobierno pastoral de Jorge Bergoglio en
la arquidiócesis de Buenos Aires (1998-2013), el ahora Papa
decidió la creación de las “pastoral de villas de
emergencia” otorgando institucionalidad a un fenómeno que se venía
registrando en parte del clero joven: la decisión de los curas de ir a vivir a
las villas. Una práctica que, por otra parte, alentó el propio
Bergoglio. Con el tiempo la Pastoral de Villas fue dando
lugar a lo que hoy se conoce como los “curas villeros” (CV) no sólo
en la capital, sino también en otras diócesis del conurbano.
Similitudes
y diferencias
Lo
que sin duda iguala a uno y otro grupo de sacerdotes es
su compromiso con los pobres, aunque esa vocación se asuma
con características y acentos distintos. Y también todos estos curas
son pobres. Lo reconocen los fieles con quienes conviven en los barrios. Muchos
de estos sacerdotes realizan tareas remuneradas para satisfacer sus necesidades
básicas. La gran mayoría de los sacerdotes católicos no son ricos en la
Argentina, aunque existen excepciones. Es diferente esa realidad en otros
lugares de América Latina.
También
hay en ambos grupos una raíz política común vinculada al
peronismo, aunque la explicitación de esa vinculación sea mucho más
evidente en los COPP que en los villeros. Unos y otros reconocen como
maestro teológico a Lucio Gera (1924-2012), uno de los más destacados
teólogos católicos contemporáneos de la Argentina con mucha repercusión en
América Latina y que marcó a varias generaciones, también de obispos, con la
llamada “teología del pueblo”. Gera también fue activo participante del
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
A la hora de las diferencias puede decirse que, sin
renegar de esa raíz común, varios de los COPP han tenido y mantienen
un diálogo más cercano y frecuente con la “teología de la
liberación” latinoamericana cuyos principales exponentes han sido el
peruano Gustavo Gutiérrez y el brasileño Leonardo Boff, en tanto
los curas villeros se apoyan más directamente en la línea de pastoral
y religiosidad popular del también cura Rafael Tello (1917-2002) y en
la vertiente teológica del jesuita Juan Carlos Scannone (1931-2019),
ambos argentinos y este último profesor también de Jorge Bergoglio.
Los
COPP tienen una mayor presencia nacional, están distribuidos en mayor medida
por todo el país. No así los curas villeros que se aglutinan
básicamente en la Capital y en algunos municipios del Gran Buenos
Aires.
Si
bien unos y otros tienen una relación permanente con el mundo de la política y
con las organizaciones que la integran, los COPP son más frontales y
directos para hacerse cargo de los temas de la agenda del país, en
tanto que los CV guardan mayor distancia y precaución cuando
ingresan en cuestiones que rozan lo partidario. Ambos grupos alimentan un
diálogo fluido con la dirigencia política tanto de base como con referentes
nacionales, algo que los COPP no ocultan: hasta suelen aparecer públicamente en
actos partidarios, mientras que los CV son muchos discretos y remisos a este
tipo de exposiciones públicas.
Detrás
de esta diferencia está siempre presente la relación que ambos grupos tienen
con la institucionalidad eclesiástica y, en particular, con los obispos.
Los curas villeros cuentan con reconocimiento de la jerarquía y
con su respaldo, lo cual también limita su margen de maniobra sobre
determinados temas. Será difícil ver un pronunciamiento de los CV que
entre en contradicción con el pensamiento de la jerarquía católica y, en
algunos casos, también estos curas se transforman en voceros del episcopado
cuando las necesidades institucionales lo requieren.
En cambio los COPP actúan con relativa autonomía respecto
de los obispos, si bien todos ellos están “legalmente” encuadrados en sus
diócesis y en la Iglesia argentina. Pero se trata de vinculaciones más
autónomas, habitualmente mediadas por obispos locales, algunos más afines al
movimiento y otros apenas tolerantes con su existencia. Esto hace también
que la agenda de los COPP esté mucho más cercana a los debates
políticos (por. ejemplo: el reclamo por la liberación de los presos
políticos) que la de los CV generalmente alineados con el
episcopado (por ejemplo en relación al tema del aborto).
Aunque
en ambos grupos se cultiva la horizontalidad, por imperio de las circunstancias
y por definición mediática también aparecen los referentes. Así entre los
villeros suelen sobresalir el obispo Gustavo Carrara (que además es
responsable de la Pastoral de Villas de Emergencia de la Arquidiócesis de
Buenos Aires) y el sacerdote José María “Pepe” Di Paola. Ambos son
los que más atención ocupan por parte de medios y periodistas, en la misma
forma que Eduardo de la Serna y Francisco “Paco Olveira son
reiteradamente solicitados como voceros de los COPP, aunque otros
sean actualmente los responsables de la coordinación.
Para
despejar posibles dudas habría que decir que entre los grupos no existe
“grieta” ni enfrentamientos, aún cuando de ambos lados se marcan las
diferencias. Entre ellos y con cierta ironía suelen calificarse de “primos
hermanos”. En el pasado reciente alguien trató de explicarle a Alberto
Fernández los motivos de tales diferencias y, según relata un testigo, el
Presidente tácticamente dio el paso al costado negándose a escuchar tales elucidaciones
con el argumento de que “para internas… me alcanza con las del peronismo”.