Al hablar de la alegría que este
hecho significa, dijo: “Mamerto Esquiú
Beato, ¿qué significa? Significa que la Iglesia reconoce en él una figura
excepcional, un hombre en el que se dieron cita la gracia de Dios y el alma de
Esquiú para alumbrar una vida estupenda hasta alcanzar esa grandeza moral y
espiritual que llamamos santidad”.
“Mamerto
Esquiú como religioso, como sacerdote, como Obispo es un modelo a imitar y como
San Pablo puede decirnos a todos: «Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el
ejemplo de Cristo» (1Cor. 11, 1; 11,1). Y, a la vez, Mamerto Esquiú es un
intercesor en favor nuestro. La Iglesia nos dice, al beatificarlo, que lo
podemos invocar y a él podemos orar, pues ya participa de la felicidad eterna”, manifestó Mons. Villalba.
Después el cardenal en su predicación
recordó a cuantos lo escuchaban que “una
beatificación nos recuerda a nosotros que somos la Iglesia peregrinante y
militante a la Iglesia bienaventurada y triunfante, es decir, el epílogo
glorioso de la vida cristiana, la certeza de nuestra inmortalidad y de nuestro
destino al Paraíso”.
Al hablar de la vida del nuevo beato,
aclaró que no era el momento de hacer una biografía. Así, después de repasar
momentos importantes de su trayectoria se refirió a algunos rasgos de su vida. “Esquiú buscó ser santo -dijo-. Buscó, sobre todo, hacer la voluntad de
Dios. Lo que importa, decía, es hacer a todo trance la voluntad de Dios.
Construyó su vida de santidad sobre Jesucristo. Su meta era conocer y amar a
Jesús para grabar su imagen en su alma. La Palabra de Dios ocupó un lugar
central en su vida (…) Tenía un gran amor a la Santísima Virgen María y a San
José (…) Esquiú fue un pastor que se entregó a los pobres al estilo de San
Francisco. Era infatigable en la asistencia a los enfermos y en la
administración de los sacramentos (…) Iluminó el orden temporal con la luz del
Evangelio, defendiendo y promoviendo la dignidad humana, la paz y la justicia”.
Más adelante, reflexionó sobre las
lecturas proclamadas y sostuvo que “no
hay más que una vocación definitiva: la de ser santos. La santidad no es una
excepción en la vida cristiana, es un llamado para cada uno de nosotros (…) La
santidad es un don, un regalo. La santidad se nos confiere por el bautismo y
los otros sacramentos por los cuales se nos infunde la gracia, que nos hace
santos, hijos de Dios, partícipes de la naturaleza divina. Pero la santidad no
es sólo don, regalo, sino también un deber”.
En el cierre de su homilía, el
Arzobispo emérito de Tucumán elevó esta invocación: “Que la Virgen María, Reina de los Santos, suscite en el pueblo
cristiano, hombres y mujeres santos. Que el beato Esquiú nos alcance esta
gracia”.
El momento de las ofrendas fue muy
especial, porque se presentaron ante el altar representantes de comisiones
probeatificación de Esquiú que en distintos lugares trabajaron por esta Causa,
de instituciones educativas, religiosas y civiles, excombatientes de Malvinas,
periodismo, entre otros sectores, para entregar símbolos que los identifican y
con ellos, sus vidas. Finalmente, la familia de Emma acercó las especies de
vino y de pan para que sean convertidas en la Sangre y el Cuerpo del Señor.
Después de la Comunión, Mons. Urbanc
manifestó su gratitud a Dios por esta Beatificación, a la Santísima Virgen del
Valle, al Papa Francisco, al Cardenal Villalba, a los Obispos, Sacerdotes,
Religiosos, Consagradas y Seminaristas, a la orden de los Frailes Menores, a
los postuladores y vicepostuladores de este largo proceso que llevaron y
seguirán llevando adelante la Causa, a la Arquidiócesis de Córdoba, a las
autoridades civiles, a los organizadores y servidores del acto, a la familia
Pacheco Paz -a la que luego les entregó un Rosario que les envió el Papa
Francisco- y a todos los que participaron de esta ceremonia presencial o
virtualmente. Seguidamente hizo unas breves reflexiones y exhortó a que sigamos
pidiendo a Dios para que pronto sea canonizado el Beato Mamerto Esquiú.
Luego de la bendición final con la
que concluyó la Misa de Beatificación se realizó el acto protocolar, que
comenzó con el Himno Nacional y el Himno a Catamarca. En su transcurso,
autoridades provinciales y del departamento Fray Mamerto Esquiú en nombre del
pueblo brindaron un reconocimiento al Legado Papal.
Por último, una caravana con la
imagen y la reliquia del Beato Mamerto Esquiú se trasladó desde la Plaza San
José hasta el kartódromo, para bendecir a quienes desde allí participaron de la
celebración.
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