Al igual que Jesús, hemos de tomarnos el suficiente tiempo para orar, para discernir la Voluntad de Dios Padre, si es que esperamos ser fieles al plan de Dios y de perseverar en el mismo, en medio de las contrariedades de la vida terrena, estemos donde estemos.
Sigamos el sencillo modo de vivir de Jesús: sin recurrir a muchos proyectos, papeles, documentos o reuniones. Él lo tiene claro: reza, vive con su comunidad de discípulos y sale a la calle a evangelizar, predicando el Evangelio y haciendo el bien a la gente. Quien ama de verdad a Dios, como Jesús, no necesita de grandes planes y posibilidades, sencillamente hace lo que tiene para hacer cada día, allí donde está y con quienes está: gente sencilla, pobre, con escasos recursos personales, bastante nacionalistas. Hasta figura el traidor, el Iscariote, que lo entregará al enemigo. Luego, poco a poco, los irá cambiando; su presencia, constante y activa, los trasformará. Desde luego, derribando fronteras y murallas para abrirlos a un destino universal… “Con ellos”, entonces, “con nosotros”, hoy, bajará al valle para comenzar o continuar la actividad evangelizadora: predicar y sanar, con la “fuerza que sale de él y que cura a todos” (cf. Lc 6,19).
Miramos la escena, y parece fácil, pero no lo es. Jamás olvidemos que es arduo y laborioso dar unidad a nuestra vida: saber conjugar la oración, el vivir con los más cercanos y hacer el bien a todos. ¡Ojo con la dispersión! Hacemos muchas cosas, pero no somos fecundos, pues nos falla la raíz. No nos engañemos y tomemos conciencia que es prioritario tener la convicción de que “estar con Él”, en profunda adoración y contemplación, como vemos en Él en relación con su Padre, es lo primero; así nos alimentamos y fortalecemos para tener qué ofrecer, qué decir y el modo de hacerlo.
Santísima Virgen del Valle, vuelto a Ti, te suplico por Catamarca, por cada uno de los que caminamos su suelo bendecido y protegido por tu maternal y divino amor. Concédenos tener memoria y ser cada día más agradecidos con tantos dones con que el Buen Dios nos engalana. Ayúdanos a ser fieles a nuestra condición de hijos de Dios y hermanos los unos de los otros. No dejes de caminar con nosotros para que internalicemos que nos necesitamos los unos a los otros con respeto y cordialidad. Pon en nuestros corazones los deseos que Tú tienes de Dios, de estar con Él, de amar como Él, de servir como lo hizo tu amado Jesús, de hacer presente el Reino de Dios con todas las fuerzas, la creatividad y tenacidad que hagan falta. Danos el perseverar en los propósitos que nos hacemos y que los logros no nos envanezcan, ni nos aparten de Dios ni de los demás. ¡Madre querida, que jamás se nos ocurra que podemos prescindir de persona alguna, más aún que tengamos la firme convicción de que nos necesitamos los unos a los otros, como nos enseña el mismo Dios que siempre quiere contar con nosotros para llevar a cabo su Obra, así como lo hizo contigo! ¡Gracias, Madre! Amén.
¡Viva la Virgen del Valle!
¡Viva San José!
¡Viva el Beato Mamerto Esquiú!