Nosotros, como Iglesia, podemos estar siendo ese esclavo paralítico y sufriente. Roguemos a la Madre de Jesús que Ella interceda por nosotros para que seamos curados de nuestras faltas de amor, de compromiso, de ardor misionero, de ansias de santidad y de fidelidad al amor de Dios.
Creamos a Jesús, como lo hizo el centurión que no necesita de signos visibles para reconocer la acción del poder de Jesús, ni de su cercanía: “Basta que digas una palabra, y mi criado quedará sano” (Mt 8,8b). Hasta Jesús quedó desconcertado con la respuesta del centurión… ¿Seremos capaces de desconcertar a Jesús para que Él pueda afirmar: ‘les aseguro que en Catamarca no he encontrado a nadie con tanta fe’? (cf. Mt 8,10) … Y, ¡ojo! que vendrán de Santiago, Tucumán, La Rioja, San Juan, etc., y se sentarán con la Morenita del Valle en el Reino de los Cielos (cf. Mt 8,11).
Querida Madre del Valle, aquí nos tienes, a tus pies, llenos de gozo y de ilusiones. Ayúdanos a tener una fe viva y auténtica, una fe que no exige, sino que agradece, una fe como la tuya, siempre dispuesta a hacer la Voluntad de Dios, sea cual fuere, una fe que nos lleve a ser constructores de una sociedad fraterna, responsable, laboriosa, servicial, cercana a los más necesitados, donde los niños y ancianos sean escuchados y amados, donde la vida sea cuidada siempre, sin preguntarnos cómo viene o qué utilidad tiene, una fe que siempre esté animada por la caridad (Gál 5,6).
En este año en honor a tu esposo san José y en el año inolvidable en el que tu intercediste para que tu dilectísimo hijo catamarqueño, Mamerto Esquiú, fuera declarado Beato, te pedimos que nos ayudes a superar tantos escollos que nos dificultan como sociedad e Iglesia catamarqueña. Amén.