Y agregó: “Caminar, pensar, resolver y evaluar juntos podría parecer engorroso y poco eficaz; sin embargo, es más fructuoso, educativo y duradero. En una palabra, es más humano y humanizador. Exige que todos participen y presupone que cada uno tiene algo importante para aportar”.
Reflexionando sobre las lecturas proclamadas, exhortó: “A todos les repito la enseñanza de la Palabra de Dios, que nos legó el profeta Isaías, que nos dice que si queremos tener ciudades fuertes, sólidas y prósperas debemos dejar que Dios nos guíe en la construcción de sus murallas y baluartes, que son la familia, la educación, la salud, el trabajo, la justicia, la piedad, el orden, el servicio, el respeto, la corresponsabilidad, la honestidad, la lealtad, la confianza y el perdón”.
Pasando al pasaje del Evangelio que se leyó, dijo que “es particularmente iluminador cuando nos previene de un equívoco muy frecuente en la mayoría de los católicos que están convencidos de que son buenos hijos o hijas de Dios porque no se les cae de la boca pronunciar ‘Señor, Señor’, o ‘Viva la Virgen del Valle’ (…) pero no cumplen los mandamientos, es decir, no hacen la Voluntad de Dios que consiste en rezar, profundizar la fe con las buenas lecturas, transmitir la fe a los hijos con el ejemplo y las enseñanzas, participar de los sacramentos, en especial la Eucaristía, la Reconciliación y el Matrimonio, difundir la fe entre los que no la conocen, ocuparse de los pobres y desvalidos, sostener la obra evangelizadora de la Iglesia que la formamos todos…”.
“Querida Virgen del Valle -expresó el obispo hacia el final- la verdad que las palabras de Jesús nos descolocan, no nos caen bien, son muy duras y descarnadas. Nos cuesta comprenderlas. Por eso, Tú que eres la Inmaculada, ayúdanos a digerirlas y a lograr la conversión de la mente y el corazón que tanto necesitamos para que de verdad estemos cumpliendo con la voluntad salvífica y sanadora de nuestro Buen Padre Dios. Y, así, tener la paz en el corazón y la certeza de que vamos por buen camino hacia la Patria Celestial”.
Y concluyó rogando: “Madre amorosa, que no nos soltemos de tu mano, pues ella nos conduce hacia la verdadera y única felicidad que es la de estar para siempre en la presencia del Eterno Dios Amor, anhelo que tiene todo corazón humano, consciente o inconscientemente. ¡Mamá Achachita, que no nos soltemos de tu mano, que siempre te escuchemos y sigamos!”.
Hacia el final de la Eucaristía, toda la asamblea saludó a la Virgen con la oración y el canto, y recibió la bendición del pastor diocesano.