
Más adelante recordó “lo que decía el papa Urbano IV cuando instituyó esta Fiesta allá por el 1264: ‘Se nos ha dado al Salvador como alimento, porque, habiendo caído el hombre en la muerte por un alimento, fue mediante un alimento restituido a la vida. El hombre cayó por el alimento del árbol que da muerte y es levantado por el alimento del árbol que da vida, la cruz. En el primer árbol colgaba el anzuelo de la muerte, en el segundo, el alimento que da la vida eterna. Este pan no se transforma en quien lo come, sino que si es recibido dignamente es quien lo come quien se transforma conforme a él’. Jesús al darse como alimento, al ser presencia divina entre nosotros, también es compromiso. Hemos escuchado en el Evangelio: ‘Denles ustedes de comer’. Aquí está el núcleo de toda celebración eucarística. No podemos celebrar la Misa, no podemos adorar a Cristo haciendo una dicotomía, una separación entre la fe y la vida que vivimos y que nos rodea. No podemos celebrar la Misa escindida de la realidad llena de injusticia, de hambre, dolor, división, guerra y tantas otras cosas”.
Finalmente, invitó a pedirle “al Señor Jesús que nos ayude a estar convencidos de su presencia real entre nosotros. Pidámosle a la Virgen, quien desde hace siglos nos viene diciendo un consejo de madre: ‘Hagan lo que él les diga’. Y Jesús nos dijo: ‘Tomen y coman, éste en mi Cuerpo. Tomen y beban, ésta es mi Sangre’. ‘Vayan a y denles ustedes mismos de comer’”.