En otro tramo de su predicación reflexionó sobre “el misterio tan grande de la misericordia de Dios, que debe ser abundantemente derramada en los santuarios”, resaltando la importancia del sacramento de la Reconciliación porque necesitamos “estar en comunión con Dios y así tener la vida de Dios en nosotros. Por esto muestra Jesús su corazón... que arde de amor por nosotros”.
Por ello consideró que “es conveniente, después de haber vivido el tiempo de Pascua, tener este mes de oración, de reflexión, de toma de conciencia que somos pecadores, que somos esa oveja perdida que Jesús busca... Jesús es ese pastor que se compadece de las ovejas, que sana sus heridas, que no se cansa de buscar a la que está extraviada. Todo esto queda sintetizado en esta devoción al Sagrado Corazón de Jesús o a la Divina Misericordia. Jesús es esa expresión de la misericordia de Dios entre nosotros”.
“Esto debe acontecer de un modo fecundísimo, abundante, en cada santuario. Cada santuario tiene que ser ese lugar donde se acoge a las ovejitas que Jesús está trayendo, porque las encontró perdidas… Jesús nos encuentra y nos trae al Santuario para que hagamos un camino penitencial, una purificación de la mente, del corazón, para que la vida cambie”.