En el comienzo de su homilía, Mons. Urbanč expresó: “Nos alegramos porque el Señor nos ha convocado en este día de fiesta para ofrecernos su Palabra y el Cuerpo y la Sangre de su Santísimo Hijo. Y este domingo está enmarcado por estas dos columnas de la Iglesia”, que son “los apóstoles Pedro y Pablo, quienes ocupan el centro de nuestra atención, sabemos que son testigos cualificados de Jesús, por eso la Iglesia los honra”.
Puntualizó que “nuestra fe es apostólica, la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica… porque creemos lo que los apóstoles han predicado, lo que ellos han podido compartir, como dice Juan en su carta: ‘Lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que hemos tocado, lo que hemos experimentado acerca del Verbo de vida’”.
Luego puso el acento en la importancia de la oración, resaltando “esta aseveración que hace el Libro de los Hechos de los Apóstoles cuando Pedro está preso, nos dice el texto que toda la Iglesia no cesaba de orar por él. Si hay un apostolado que se debe llevar a cabo en los santuarios es la oración”. Apoyándose en “una frase de la Teología antiquísima, que dice que aquello que se reza es lo que se cree", señaló que "lo que se ora comienza a ser fundamento de la fe… Muchos de los textos que tenemos en la Escritura se los leía en la Liturgia y así fueron aceptados e incorporados en la Biblia porque lo que la gente oraba y compartía, después se hace alimento permanente para ellos y los sostiene en la fe. La oración fue clarificando los contenidos de la fe, porque en la oración escuchamos al Espíritu Santo, que es el Maestro interior que se va expresando. Se va expresando a través de un pueblo, pero si un pueblo no está bien formado, si no ora bien, se equivoca y puede tomar caminos que lo llevan al alejarse de Dios”.