¿Se acuerdan
cómo comenzaba la canción que escuchábamos el otro día?:
“Si me
preguntan,
si me
critican,
si alguien me
pide
que abandone a
mi familia,
es que me
ahogo en sentimientos;
no me imagino
a mi Jesús obrar así.”
Así es:
abandonar a la Virgen María es... como abandonar a la familia; cosa que, como
vamos a ver, Jesús no hacía.
“María no es virgen -nos dicen-. Tuvo más
hijos."
En varios
pasajes de los Evangelios se habla de “los hermanos y hermanas de Jesús”. Lo
hemos leído, lo hemos escuchado en las misas; ...y es el argumento que muchos
utilizan para negar la virginidad de María. Pero aún antes de que vengan a
hablarnos de eso, seguramente ya nos había asaltado la duda. Es una lástima
que, para “no complicarnos”, a veces los mismos católicos reemplazamos la frase
“los hermanos y hermanas de Jesús” por la simple palabra “parientes”. Lo que no
es erróneo; pero no nos aclara realmente qué significa esa frase y nos sigue
dejando en la duda.
El idioma en
que hablaba el pueblo hebreo en tiempos de Jesús no era, ni por cerca, tan rico
como nuestro español actual. Nosotros tenemos varias palabras para designar una
misma cosa. Ellos debían nombrar varias cosas con una sola palabra. Así
“hermano” o “hermana” designaba a los parientes sanguíneos cercanos, como los
hermanastros/as y los primos/as. Primera pista.
Otra pista,
más fácil de entender. Jesús, a punto de morir en la cruz, le dice a su madre:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y, dirigiéndose a Juan -que junto con la madre
de Jesús y otras mujeres estaba ahí en el monte Calvario- le dice: “Ahí tienes
a tu Madre”. Y agrega el evangelista: “Y desde aquel momento, la tomó el discípulo
consigo”.
Si Jesús
hubiera tenido hermanos o hermanas; es decir, si la Virgen María hubiera tenido
otros hijos, ¿por qué Jesús, amantísimo hijo que piensa en su madre hasta el
último instante de su vida, va a dejarla al cuidado de un extraño, Juan, que no
era ni siquiera de su mismo pueblo?
En los tiempos
de Jesús, el cuidado de los padres, especialmente de los mayores, era una
obligación moral y religiosa, arraigada en el mandamiento: "Honra a tu
padre y a tu madre". Esto implicaba no solo respeto y obediencia,
sino también el cuidado material y afectivo. El no prestar asistencia al
padre o a la madre necesitados era entonces para el judío –y todavía ahora para
la mayoría de los pueblos– algo tan deshonroso, que el hijo que hiciera eso
merecía la condena pública de todos sus vecinos.
¡Dos razones,
entonces, para no dudar de nuestra fe católica sobre la Virginidad de María! Y
para saber qué opinar cuando nos plantean el tema.