Muchos de "nuestros hermanos" viven hoy en la miseria, señaló el Papa, y el "grito de angustia y desesperación de los pobres" debe "interpelar nuestras conciencias". "La condición de hambre y malnutrición que hiere gravemente a tantos seres humanos es el resultado de una injusta acumulación de injusticias y desigualdades", afirma Francisco, "que deja a muchos en los arrabales de la vida y permite a algunos establecerse en un estado de ostentación y opulencia". Esto afecta tanto a la alimentación como a "todos los recursos básicos, cuya inaccesibilidad para muchas personas es una afrenta a la dignidad intrínseca que Dios les ha dado", y la comunidad internacional debe movilizarse en este sentido.
Respecto al agua, que "es vida porque garantiza la supervivencia", el Papa señala que "en la actualidad este recurso está amenazado por graves desafíos en términos de cantidad y calidad", y que "en muchos lugares del planeta nuestros hermanos y hermanas sufren enfermedades o mueren precisamente por la ausencia o escasez de agua potable". Francisco también subrayó que "las sequías provocadas por el cambio climático" están causando enormes daños a los ecosistemas y a las poblaciones" y denunció "la gestión arbitraria de los recursos hídricos, su distorsión y contaminación", que perjudican especialmente a los pobres.
"Es urgente reconocer que 'el acceso al agua potable y segura es un derecho humano elemental, fundamental y universal, porque determina la supervivencia de las personas y, por tanto, es condición para el ejercicio de los demás'", argumenta el Papa, que cita su Encíclica Laudato si' e insta a "invertir más en infraestructuras, alcantarillado, saneamiento y sistemas de depuración de aguas residuales, sobre todo en las zonas rurales más remotas y deprimidas". Para Francisco, también es importante "desarrollar modelos educativos y culturales que sensibilicen a la sociedad para que este bien primario sea respetado y preservado", porque "el agua nunca debe ser conceptualizada como una mera mercancía, como un producto de intercambio o una cuestión de especulación".
"El agua es alimento porque es esencial para lograr la seguridad alimentaria", añadió el Papa, precisando que también es "un componente indispensable para la agricultura". Por ello, "es necesario promover programas eficaces que eviten fugas en las tuberías de riego agrícola; utilizar pesticidas y fertilizantes orgánicos e inorgánicos que no contaminen el agua; y promover medidas que salvaguarden la disponibilidad de los recursos hídricos para evitar que la grave escasez se convierta en causa de conflictos entre comunidades, pueblos y naciones". Y así, "la ciencia y la innovación tecnológica y digital deben ponerse al servicio de un equilibrio sostenible entre el consumo y los recursos disponibles", sugiere Francisco, "evitando impactos negativos en los ecosistemas y daños irreversibles al medio ambiente".
A propósito de la Jornada Mundial de la Alimentación que se celebra hoy, el Papa señala que su celebración debe también "recordarnos que a la cultura del despilfarro hay que oponer incisivamente acciones basadas en una colaboración responsable y leal por parte de todos" y reitera que "nuestro mundo es demasiado interdependiente y no puede permitirse el lujo de dividirse en bloques de países que promueven sus propios intereses de manera falsa y parcial". "Estamos llamados, en cambio, a pensar y actuar en términos de comunidad, de solidaridad", exhorta Francisco, "a dar prioridad a la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos".
Por último, el Papa señala que hoy, debido a las crisis y los enfrentamientos, asistimos a "una escandalosa polarización de las relaciones internacionales" y que "enormes recursos financieros y tecnológicos innovadores, que podrían utilizarse para hacer del agua una fuente de vida y de progreso para todos, se desvían hacia la producción y el comercio de armas". "Nunca ha sido tan urgente como ahora convertirnos en promotores del diálogo y constructores de la paz", concluyó el Papa, añadiendo que por ello "la Iglesia no se cansa de sembrar aquellos valores que construyen una civilización que encuentra en el amor, el respeto y la ayuda mutua una brújula para guiar sus pasos", con especial atención a los más sufrientes, los hambrientos y los sedientos.