Es un tema que el Santo Padre ha dedicado mucha atención en este año, sobre todo cuando la humanidad vive una época que “corre el riesgo de ser rica en tecnología y pobre en humanidad, nuestra reflexión sólo puede partir del corazón humano”.
ADN Celam presenta cinco claves del mensaje para la jornada de este año, pautada para el domingo, 12 de mayo de 2024 con la Solemnidad de la Ascensión.
El Papa aseguró que sólo recuperando la sabiduría del corazón “podremos leer e interpretar la novedad de nuestro tiempo y redescubrir el camino de una comunicación plenamente humana” en medio de los avances tan vertiginosos.
Describe el corazón no como una unidad abstracta, sino que “bíblicamente” el corazón es “la sede de la libertad y de las decisiones más importantes de la vida” y, especialmente, “el lugar interior del encuentro con Dios”.
La sabiduría del corazón es “esa virtud que nos permite entrelazar el todo y las partes, las decisiones y sus consecuencias, las capacidades y las fragilidades,el pasado y el futuro, el yo y el nosotros”.
Por tanto, “no podemos esperar esta sabiduría de las máquinas” aún cuando “las máquinas poseen una capacidad inconmensurablemente mayor que los humanos para almacenar datos y correlacionarlos entre sí”, pero “corresponde al hombre descifrar su significado”.
El avance tecnológico implica desmontar esa narrativa de autosuficiencia humana para “despertar al hombre de la hipnosis en la que ha caído debido a su delirio de omnipotencia, creyéndose un sujeto totalmente autónomo y autorreferencial, separado de todo vínculo social y ajeno a su creaturalidad”.
El Santo Padre advierte sobre “la tentación original de llegar a ser como Dios sin Dios” y “de querer conquistar por las propias fuerzas lo que, en cambio, debería acogerse como un don de Dios y vivirse en la relación con los demás”.
¿Oportunidad o peligro? Es un dilema siempre latente al hablar de los sistemas de inteligencia artificial. El Sumo Pontífice señala que “pueden contribuir al proceso de liberación de la ignorancia y facilitar el intercambio de información entre pueblos y generaciones diferentes”.
Sin embargo, al mismo tiempo “pueden ser instrumentos de contaminación cognitiva, de alteración de la realidad a través de narrativas parcial o totalmente falsas” que se creen —y se comparten— como si fueran verdaderas.
Él mismo ha mencionado que fue víctima de estas manipulaciones de la IA cuando circularon fotos (deepfakes) que “parecen perfectamente verosímiles pero que son falsas”.
Por ello, ha invitado a actuar preventivamente y proponer modelos de regulación ética para “frenar las implicaciones nocivas y discriminatorias, socialmente injustas, de los sistemas de inteligencia artificial y contrarrestar su uso en la reducción del pluralismo, la polarización de la opinión pública o la construcción de un pensamiento único”.
A pesar de los prometedores avances “estamos llamados a crecer juntos, en humanidad y como humanidad”. El reto consiste en “dar un salto cualitativo para estar a la altura de una sociedad compleja, multiétnica, pluralista, multirreligiosa y multicultural”.
Para Francisco “es inaceptable que el uso de la inteligencia artificial conduzca a un pensamiento anónimo, a un ensamblaje de datos no certificados, a una negligencia colectiva de responsabilidad editorial”.
En este sentido, la información está ligada a la relación existencial: “Implica el cuerpo, el estar en la realidad; exige poner en relación no sólo datos, sino también las experiencias; exige el rostro, la mirada y la compasión más que el intercambio”.
También la inteligencia artificial “podrá contribuir positivamente en el campo de la comunicación si no anula el papel del periodismo sobre el terreno” y, por el contrario, “lo respalda”.
Aquí prima un tema ético: la responsabilidad directa del comunicador sobre los contenidos que genera y devolver a cada ser humano el papel de sujeto, con capacidad crítica, respecto de la misma comunicación.
Son muchas las interrogantes en torno a las secuelas de la inteligencia artificial, “la respuesta no está escrita, depende de nosotros”, dice Francisco. Corresponde a cada quien “si se convierte en alimento de algoritmos o en cambio sí alimenta su corazón con la libertad”.
Agrega que la sabiduría del corazón “madura sacando provecho del tiempo y comprendiendo las debilidades”. Una tarea que crece “en la alianza entre generaciones, entre quienes tienen memoria del pasado y quienes tienen visión de futuro”.
El Papa explica que en un “todos juntos” crecerá “la capacidad de discernir, de vigilar, de ver las cosas a partir de su cumplimiento. Para no perder nuestra humanidad, busquemos la Sabiduría que es anterior a todas las cosas”.
En definitiva, la sabiduría “nos ayudará también a orientar los sistemas de inteligencia artificial a una comunicación plenamente humana”.