Para concluir, quiero invitarlos a considerar hoy y siempre el gran desafío que el Papa Francisco, siguiendo las huellas de san Juan Pablo II, no se cansa de pregonar: “promover la cultura del encuentro”, que parte siempre de un yo individual o plural (un pueblo o una nación). Es un yo que quiere encontrarse con otro, es decir, que tiene voluntad de encuentro. Si se dice que “2 no se pelean si uno no quiere”, también, podría decirse que 2 –sean singulares o plurales- no se encuentran si uno de los 2 no quiere. Por tanto, la voluntad del encuentro es importante como lo es que uno –un alguien, un yo- dé un primer paso e inicie un movimiento hacia el otro.
El encuentro no requiere tan solo un movimiento físico, a veces, el movimiento es de orden más interno, mental, si se prefiere. Requiere un salir para encontrarse con otro. Salir, ¿de qué? De sí, de las posiciones estancadas que se puedan tener, de los prejuicios, de la comodidad, de aquello que paraliza o dificulta un posible encuentro. En el lenguaje coloquial se suele expresar del siguiente modo: “Alguien tiene que dar el primer paso”. Así es, alguien –un yo- tiene que iniciar el primer movimiento, dar un primer paso, encaminarse –hacer camino- hacia el otro. También, es cierto que esta expresión se suele utilizar cuando 2 están enfrentados, pero, obviamente, no es necesario que haya un conflicto para encontrase con el otro. Contemplado desde otra perspectiva más positiva, la amistad supone un salir, recurrentemente, al encuentro del amigo.
Querida Madre del Valle, ayúdanos a rezar con madurez, confianza, paz y compromiso. Que la oración nos ayude a salir de nosotros mismos e ir al encuentro de los demás, rehaciendo vínculos, fortaleciéndolos o promoviéndolos. Que tengamos la libertad interior para saber perdonar de corazón a quienes nos hacen sufrir, nos dañan o nos postergan. Que no busquemos tanto ser consolados como consolar, ser amados como amar, ser comprendidos como comprender. Que, de verdad, seamos una ‘Iglesia en salida’, sin temor a ser heridos. Que veamos este mundo como ‘don y tarea’, sin bajar los brazos ante los fracasos o escasos frutos. Que tengamos la sabiduría para discernir por dónde nos quiere llevar el Espíritu Santo. Que cultivando la cultura del encuentro y de la escucha cooperemos para ser una Iglesia sinodal que no corre, ni descarta, ni estigmatiza, sino que acompaña a todos, sin excepción. Amén.
¡¡¡Viva la Virgen del Valle!!!