Se nos propuso como temática para esta jornada la figura de Jesucristo Peregrino, que nos lleva a la Misericordia. ¡Qué importante para ustedes, queridos jóvenes, que sean testigos y artífices de un mundo nuevo siendo misericordiosos como Dios Padre!
Puede que un día nos levantemos y nos toque la lotería; pero, sólo si hemos jugado podrá darse esa situación. A lo mejor un día llegamos al trabajo y alguien con quien no solíamos cruzar ni una mirada, se para a preguntarnos cómo estás, aquí no tenemos por qué haber hecho algo, más bien, no ser conscientes de que hemos hecho algo; sin embargo, puede que nuestra forma de actuar, de ser, de estar, haya provocado que la otra persona, se acerque a nosotros. Queridos jóvenes, no los incito al juego de azar, es sólo una comparación. Con ello quiero decirles que hay que sembrar para tener la esperanza de cosechar. Siembren siempre con generosidad, aunque les parezca insignificante lo que hacen, ya que, lo hecho por amor, nace de Dios y Él lo hace fructificar de mil maneras, inimaginables para nosotros.
Hay momentos en la vida en que no sabemos dar una explicación a lo que ocurre, no sabemos encontrar la razón de que se den ciertas situaciones, podemos llamarlo casualidad o causalidad, pero no llegamos a explicarnos cómo se ha dado eso.
Suelo pensar que Dios ha puesto su mano en esa situación, que lo que parecía imposible, puede llegar a ocurrir, y que Dios ponga su mano no es que use una varita mágica, sino que hace que las personas tomemos conciencia de lo importante que es convertir nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, que siente y se emociona.
Otras personas pensarán que ocurrió sin más, que no han hecho nada para que eso suceda, que simplemente pasó. ¡Qué triste es vivir sin buscar el modo de que ocurran cosas buenas y agradables!
Si fuera así, los agricultores se podrían sentar a esperar que la tierra dé fruto por sí misma, con las semillas que caen del cielo, transportadas por el viento… No, la buena suerte viene de hacerla surgir, de encontrar sonrisas en las caras de los otros, porque tú has provocado que se reflejen las tuyas.
¿Te sientas a esperar que ocurra…, o crees que lo imposible se puede dar si tú pones tu parte con alegría y prontitud?
¿Crees que puedo hacerlo? (Mt 9,28), preguntó Jesús a los ciegos. Sí, queridos jóvenes, Jesús quiere que ustedes se acerquen a Él con Fe, con confianza en su Palabra, que le expresen lo que necesitan y que cooperen con su misión de hacer que todos lo conozcan, amen y sigan.
Cuando somos pequeños creemos que nuestros padres tienen superpoderes, consiguen todo lo que necesitamos o queremos; pero, al ir creciendo, advertimos que esos superpoderes se los hemos dado nosotros, que nuestra mirada los ha convertido en personas con magia. Si, entonces, nos hubiesen preguntado si confiamos en ellos, si creemos en ellos, nuestra respuesta habría sido un espontáneo y contundente: “¡SÍ!”.
No obstante, ¡qué pena que vayamos perdiendo la confianza en los demás a medida que vamos creciendo! Esa confianza se va convirtiendo en duda, se nos va volviendo borrosa y a veces la mente y el corazón nos juegan malas pasadas y nos alejamos de esas personas que han sido referentes en nuestra niñez.
Por eso, hoy, Él les vuelve preguntar: “¿Crees que puedo hacerlo?” Les pregunta si su confianza en Él les permite mirar con unos ojos limpios, con una mirada verdadera, dejando que entre ese contenido a lo más profundo de su ser y les ayude a descubrir a los otros, a ustedes mismos y a Dios en esa mirada.
Frecuentemente, no vemos lo evidente porque nos ciega nuestro pensamiento… no encontramos los anteojos que llevamos puestos, vemos los colores de otra forma porque nos empeñamos en defender nuestras ideas, en vez de abrirnos a otras posibilidades. Incluso, puede que la pregunta no nos interpele, porque tenemos tapados los oídos.
Levantemos la mirada, abramos los oídos, ensanchemos el corazón y dejemos atrás los prejuicios que nos impiden confiar en los demás, en nosotros mismos y en el mismo Buen Padre, Dios.
Oh, Pura y Limpia Concepción del Valle, Madre de los Jóvenes. A Ti, que dijiste "sí" a Dios con un corazón puro y valiente, te confío los jóvenes de todo el mundo.
Madre y Maestra, mira con ternura a tus hijos que están comenzando su camino.
Ilumina sus mentes para que descubran el sentido profundo de su vida y la vocación a la que Dios los llama.
Fortalece sus voluntades para que sepan elegir el bien, la verdad, el amor y la auténtica belleza, rechazando las seducciones del mal y del egoísmo.
Protégelos de todo peligro físico y espiritual, y sé su refugio en los momentos de duda, sufrimiento, fracaso, ansiedad, vacío o soledad.
Que, siguiendo tu ejemplo de fe inquebrantable y de generosa entrega, aprendan a amar a Jesús, tu Hijo, sobre todas las cosas y a servir a sus hermanos con alegría, generosidad, amabilidad, misericordia y humildad.
Ayúdales a ser constructores de un mundo más justo, pacífico, respetuoso y acogedor, mensajeros intrépidos del Evangelio, y testigos alegres y auténticos de la esperanza en este nuevo milenio que hemos comenzado.
Cúbrelos con tu manto maternal, dulce Madre, y guíalos siempre hacia el Corazón de Jesucristo, hasta que los recibas en la Patria celestial. Amén
¡¡¡Viva Jesucristo!!! ¡¡¡Viva la Virgen del Valle!!! ¡¡¡Vivan los Jóvenes!!!