Finalmente, Mons. Urbanč confió a la Pura y Limpia Concepción del Valle a todos los jóvenes de todo el mundo.
“Madre y Maestra, mira con ternura a tus hijos que están comenzando su camino. Ilumina sus mentes para que descubran el sentido profundo de su vida y la vocación a la que Dios los llama. Fortalece sus voluntades para que sepan elegir el bien, la verdad, el amor y la auténtica belleza, rechazando las seducciones del mal y del egoísmo. Protégelos de todo peligro físico y espiritual, y sé su refugio en los momentos de duda, sufrimiento, fracaso, ansiedad, vacío o soledad”, pidió.
Y continuó implorando: “Que, siguiendo tu ejemplo de fe inquebrantable y de generosa entrega, aprendan a amar a Jesús, tu Hijo, sobre todas las cosas y a servir a sus hermanos con alegría, generosidad, amabilidad, misericordia y humildad. Ayúdales a ser constructores de un mundo más justo, pacífico, respetuoso y acogedor, mensajeros intrépidos del Evangelio, y testigos alegres y auténticos de la esperanza en este nuevo milenio que hemos comenzado. Cúbrelos con tu manto maternal, dulce Madre, y guíalos siempre hacia el Corazón de Jesucristo, hasta que los recibas en la Patria celestial”.
Al preparar la mesa eucarística, los alumbrantes llevaron ofrendas vinculadas con su acción pastoral junto con los dones del pan y del vino.
Antes de la bendición final, se consagraron a Nuestra Señora del Valle y la honraron con el canto.