Concelebraron monseñor Alfonso Delgado, arzobispo emérito de San Juan de Cuyo; monseñor Héctor Sabatino Cardelli, obispo emérito de San Nicolás de los Arroyos; el vicario general monseñor Emilio Cardarelli; el provicario general y rector del Seminario, presbítero Gustavo Rodríguez y sacerdotes del clero rosarino.
Participaron también el intendente municipal de Rosario, Pablo Javkin, y otras autoridades.
En la homilía, monseñor Martín puso a la comunidad arquidiocesana bajo el amparo de la Virgen del Rosario y la invitó, en particular a los miembros que se encuentran en situaciones marginales, a participar de la fase diocesana del Sínodo de los Obispos de modo tal que “puedan expresarse y de ser escuchados para contribuir a la edificación del Pueblo de Dios”.
“Una pregunta fundamental animará esta etapa de escucha en nuestra Iglesia de Rosario y en todas las Iglesias: ¿Cómo se realiza hoy, desde lo local a lo universal ese ‘caminar juntos’ que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio… y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?”, puntualizó citando el documento preparatorio.
El arzobispo rosarino señaló que “el compromiso de edificar una Iglesia sinodal, al cual todos estamos llamados, está lleno de implicaciones sociales”.
“En estos tiempos, Rosario y el gran Rosario están traspasados por la violencia asesina del narcotráfico como un emergente de una sociedad que ha naturalizado el consumo de sustancias y no ha trabajado en la prevención y asistencia de las personas que la padecen”, advirtió, y agregó: “Desde hace años pareciera que existe una legalización de hecho del comercio de drogas, que cuenta con un sistema financiero propio, y con una organización delictiva superior a la que cuenta el Estado para dar respuesta”.
“A diario vemos como se eliminan vidas, llegando a naturalizar también la muerte. Hace [un tiempo atrás]… en una balacera perdía la vida una beba de 18 meses, hoy como ayer siguen muriendo los inocentes”, lamentó.
Y profundizó: “Pareciera que esta violencia asesina no nos tocara, fuera de otro lado; muchas veces para neutralizar los hechos, los titulares dicen: ‘Fue un ajuste de cuentas’. Sin embargo, como cristianos estamos llamados a ver la realidad con la mirada del Evangelio: si hay un miembro de nuestra sociedad que padece, también nosotros padecemos porque hay una solidaridad tanto en el bien como en el mal. El otro no es un extraño, no es un enemigo, el otro es un prójimo, es un hermano”.
Monseñor Martín planteó luego una serie de interrogantes:
El arzobispo consideró que los rosarinos “estamos necesitados de conversión” y pidió también “la conversión de aquellos que por acción u omisión son responsables de este flagelo: en el nombre del Señor les decimos: ¡dejen la violencia, dejen estas formas degradantes de vivir! ¡conviértanse y experimenten la misericordia de Dios!”
“Rosario, y zona de influencia: es la hora de la conversión. Dios clama a un cambio de actitud a cada uno, desde el lugar que le toca en la sociedad.
Virgen del Rosario, vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos y mira cómo nos encontramos; imploramos de Ti la fuerza de tu Espíritu para vencer el mal que nos oprime, para tener “horror al mal y pasión por el bien!”, imploró.
Por último, monseñor Martín hizo un llamado a la esperanza y animó a emprender “este camino sinodal en nuestra Iglesia seguros que ha de dar frutos de un caminar juntos para un renovado impulso misionero; y junto con todos los miembros de la sociedad, con los hermanos de otras religiones, con los que aún no creen, podemos afrontar con fortaleza y constancia la lucha contra los males que nos aquejan haciendo siempre el bien”.
“Que de la mano de María afrontemos estos desafíos eclesiales y sociales experimentando siempre su protección y amparo. Y que como dice el papa Francisco: no nos dejemos robar la esperanza. Nuestra señora del Rosario, ruega por nosotros”, concluyó.+