"Cabeza", para desarrollar el conocimiento a través del estudio académico y la investigación, teniendo en cuenta también la "tradición intelectual católica" y el "papel" de la religión que "nos compromete, entre otras cosas, a construir un mundo mejor, enseñando la convivencia mutua, la solidaridad fraterna y la paz". "Corazón", para establecer "relaciones auténticas entre educadores y alumnos", caminando juntos y comprendiendo las necesidades e interrogantes de la vida. "Manos", entendidas como empeño solidario ante las necesidades de los más desfavorecidos. El Papa repite los "tres lenguajes" en la base de la misión educativa a los miembros de la Universidad de Notre Dame, institución católica de Indiana (EEUU), fundada en 1842 por el padre Edward Sorin, sacerdote francés de la Congregación de la Santa Cruz. El Pontífice recibió en el Vaticano al presidente y al consejo de administración y, en su breve saludo, recordando la misión de la universidad de "anunciar el Evangelio mediante la formación de cada persona en todas sus dimensiones", recordó las palabras del beato Basilio Moreau, fundador de la Congregación de la Santa Cruz: "La educación cristiana es el arte de conducir a los jóvenes hacia la plenitud".
Este arte se realiza no sólo con la cabeza, sino también con el corazón y las manos. "Es el secreto de la educación", dice el Papa, desmarcándose del texto escrito.
Que se piense lo que se siente y se hace, que se sienta lo que se piensa y se hace, que se haga lo que se siente y se piensa. Ese es el núcleo, no lo olviden.
Los tres lenguajes juntos, subraya el Pontífice, "forman un horizonte dentro del cual las comunidades académicas católicas pueden esforzarse por formar personalidades sólidas y bien integradas, cuya visión de la vida esté animada por las enseñanzas de Cristo".
Primero: la cabeza. Las universidades católicas, por su propia naturaleza, persiguen el desarrollo del conocimiento a través del estudio académico y la investigación. Pero "en el mundo globalizado, esto implica la necesidad de un enfoque colaborativo e interdisciplinar, que reúna diversos campos de estudio e investigación", afirma Francisco.
De hecho, el esfuerzo educativo de las instituciones católicas se basa en la firme convicción de la armonía intrínseca entre fe y razón -armonía intrínseca, fe y razón-, de la que deriva la relevancia del mensaje cristiano para todas las esferas de la vida, personal y social.
De ahí que tanto educadores como alumnos estén llamados a "apreciar" cada vez más "la riqueza de la tradición intelectual católica en particular". Una tradición que "no significa cerrarse", sino que "es apertura", dice el Papa. Por tanto, debemos conservarla y hacerla crecer siempre.
Además de desarrollar la mente, la universidad católica debe "dilatar el corazón", porque "si se piensa, pero no se siente, no somos humanos".
Por tanto, toda la comunidad universitaria está llamada a acompañar a las personas, especialmente a los jóvenes, con sabiduría y respeto, por los caminos de la vida y a ayudarles a cultivar la apertura a todo lo que es verdadero, lo que es bueno y lo que es bello - las tres cosas: bello, bueno y verdadero.
Esto requiere "establecer relaciones auténticas entre educadores y alumnos, para que puedan caminar juntos y comprender las preguntas, las necesidades y los sueños más profundos de la vida", dice el Papa Francisco. Y pregunta: '¿Ustedes ayudan a los jóvenes a soñar?'. Significa también "promover el diálogo y la cultura del encuentro, para que todos aprendan a reconocerse, apreciarse y amarse como hermanos y, ante todo, como hijos amados de Dios".
A este respecto, el Papa subraya que "no se puede descuidar el papel esencial de la religión en la educación del corazón de las personas". Por eso dice alegrarse de que "la Universidad de Notre Dame se caracterice por un ambiente que permite a los alumnos, a los profesores y al personal crecer espiritualmente y dar testimonio de la alegría del Evangelio, de su poder transformador para la sociedad y de su capacidad de dar a todos la fuerza para afrontar con sabiduría los desafíos de nuestro tiempo".
Por último, "las manos". "No podemos permanecer encerrados dentro de los muros o límites de nuestras instituciones, sino que debemos esforzarnos por salir a las periferias, para encontrar y servir a Cristo en el prójimo", dice el Pontífice. Y alienta los esfuerzos continuos de la Universidad para "promover en sus estudiantes el compromiso solidario con las necesidades de las comunidades más desfavorecidas". El deseo es que la Universidad, como deseaba su fundador, pueda seguir siendo "un poderoso medio de bien".