Al comienzo de su homilía, el padre Segura transmitió el saludo de nuestro obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, quien por razones de salud no pudo presidir esta celebración eucarística.
Luego se refirió a Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, a quien la Iglesia celebra en este día, afirmando que “providencialmente, hoy la Iglesia nos propone el ejemplo de esta santa y nos viene muy bien reflexionar sobre su vida, su ejemplo, dado que estamos rindiendo homenaje, el ámbito educativo. Lo llamativo de Santa Catalina de Siena es que no tenía una educación formal, era considerada en analfabeta. Sin embargo, tuvo un conocimiento de Dios muy especial, es un conocimiento místico que no se puede expresar con palabras, a veces con imágenes, con poesía. Es un tipo de conocimiento muy especial que Dios le concede a algunas personas. Si leemos sus obras y escritos, no nos podríamos imaginar que no tuvo una educación formal, sistemática. Sin embargo, la Iglesia la venera como doctora de la Iglesia y es precisamente por este don que Dios le ha concedido”.
Focalizando su reflexión en el tema de este tercer día del Septenario, referido a “que el primer signo de esperanza se concrete en paz para el mundo”, resaltó la esperanza “porque este Año Jubilar tiene como lema ‘Peregrinos de la esperanza’, y el Papa Francisco ha convocado a este Año Jubilar con una bula cuyo título es ‘Spes non confundit’ (La esperanza no nos defrauda), y Santa Catalina de Siena trabajó de un modo especial por la paz. En un tiempo en que el Papa no vivía en Roma, estaba en Aviñón, ella va como embajadora de la paz para que el Papa pueda volver a Roma. Un compromiso muy especial con la Iglesia, una gran influencia de una mujer en un contexto desfavorable para las mujeres, y con un gran conocimiento como don de Dios”.
Más adelante afirmó que “me parecía oportuno retomar lo que el Papa Francisco en un mensaje dirigido a una universidad hablaba del lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos, es decir que tiene que estar en armonía lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos. Sin embargo, nos tenemos que preguntar si realmente buscamos una educación integral, si nuestras instituciones educativas son centros de evangelización”.
“El Papa habla de que lo que pensamos tiene que estar en consonancia con lo que sentimos y con lo que hacemos, lo que sentimos con lo que pensamos y hacemos, y lo que hacemos con lo que pensamos y sentimos. Y dice que nuestras instituciones, refiriéndose a las universidad pero también la podemos hacer extensiva a nuestros centros educativos, tiene que estar presente la ciencia, es decir la inteligencia, la cabeza, la conciencia porque para el Papa Francisco, el corazón no es sólo lo emocional, lo sentimental sino también el centro de interioridad donde está lo más profundo de nuestro ser, por eso él habla del corazón también como la conciencia, entonces es la ciencia, la conciencia y el compromiso, cuánto nos comprometemos en la sociedad. Todo conocimiento tiene que ayudarnos a buscar una sociedad más justa donde se pueda vivir la caridad”.
Tomando el pasaje del Evangelio proclamado indicó que en el mismo “se habla del renacimiento, de renacer en el espíritu. Y esto nos viene muy bien para que sigamos reflexionando sobre la esperanza. Hay situaciones en la vida que nos devastan, hay situaciones muy complejas y necesitamos renacer, y es el Espíritu Santo el que nos ayuda a renacer a una nueva vida... Y quien tiene esperanza es la persona que, aún en las dificultades más grandes, siempre deja abierta la puerta para que pueda irrumpir Jesucristo en nuestras vidas. Entonces tenemos que pedirle a Él constantemente que nos renueve interiormente, que nos renueve la esperanza”.
En esta línea dijo que “uno de los objetivos de este Año Jubilar es que nuestra esperanza se reavive a partir de ese encuentro personal con Jesucristo. Y nosotros la tenemos aquí a Nuestra Madre, la Virgen; si ustedes ven el escudo dice Spes nostra, Esperanza nuestra, Ella es nuestra esperanza. En los albores de la evangelización en América, a la Virgen se la invocaba como Estrella de la Evangelización, y la esperanza mira siempre hacia el futuro, la esperanza es una luz que tenemos. Así como en la luz de una estrella nos puede guiar, así, María nos orienta, nos guía en esta vida, y así como Ella ha compartido los sufrimientos de Jesucristo, así comparte la Resurrección de su Hijo, y por eso le podemos decir Esperanza nuestra”.
Respecto de la primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles, en la que se refiere a la primitiva comunidad cristiana en la que ponían todo en común y no les faltaban nada, reflexionó que “en el ámbito educativo nos toca poner de nuestra parte lo que hemos aprendido, pero no sólo a nivel de conocimiento sino de testimonio de vida, para que a nadie le falte o necesario para vivir dignamente, y cuando hablamos de lo necesario para vivir dignamente no tenemos que pensar solamente en el alimento que ingerimos sino también en educación. La educación es necesaria para que nosotros podamos vivir dignamente, sin educación es difícil que nosotros podamos trabajar por la paz. Necesitamos de la educación, como decía el Papa Francisco, porque nos hace tomar conciencia de quiénes somos y nos ayuda a reconocer quién es el otro”.
Finalmente, rogó “que Nuestra Madre, la Virgen María; Santa Catalina de Siena y el Beato Mamerto Esquiú, intercedan para que podamos seguir trabajando incansablemente en este ámbito educativo. Les pidamos la gracia que nos renueve cada vez que nos cansamos por las dificultades en los colegios, por los problemas, por las situaciones complejas que nos tocan enfrentar; y les pidamos la gracia de que nos renueve siempre la esperanza. Un educador sin esperanza, no podemos decir que sea un educador; el educador tiene que transmitir esperanza, tiene que testimoniar la esperanza”.
En el momento de las ofrendas los alumbrantes acercaron los dones del pan y del vino, y luego de la Comunión recibieron la bendición final, se consagraron a la Madre del Valle y la alabaron con el canto