Más adelante indicó que “el Diaconado tiene algunas cosas específicas. En primer lugar, empecemos, por los que han sido elegidos, según el relato de los Hechos de los Apóstoles, para servir en las mesas, para servir a las viudas, a los pobres, a los huérfanos, a los postergados de la sociedad, ahí tienes que estar. Y me consta que eso lo has practicado mucho en el Seminario, sabías tener el corazón puesto en el que sufre, en el que necesita. No te olvides de eso, que no se transforme en algo que haces de vez en cuando, sino que sea lo esencial de tu vida”.
También mencionó la administración de los Sacramentos, entre ellos el Bautismo, a través del cual se puede “ejercer la paternidad, engendrando hijos para la fe, y eso tiene que llenar tu corazón de gozo”, expresó, apuntando también la bendición de matrimonios, “quiera Dios que haya muchos jóvenes a los que puedas convencer de que el Matrimonio es un sacramento grande… es un llamado de Dios como el llamado a la vida, a la vida de la fe, al matrimonio, al sacerdocio… que los jóvenes o adultos con quienes te toque estar puedan descubrir la belleza del amor cristiano vivido en el matrimonio”.
Asimismo, le recordó que deberá “visitar a los enfermos, llevarles la Comunión, rezar con ellos; cuando el Señor llama a uno de nosotros de este mundo, estar ahí en las exequias, rezando, consolando a la familia; también bendiciendo hogares, bendiciendo a las personas, porque Dios nos ha elegido para ser una bendición para todos”.
Destacó que “la Eucaristía será el centro de tu vida; la adoración eucarística todos los días, la celebración de la Eucaristía al lado del sacerdote. Y el ministerio de la Palabra, todo lo que Dios te ha dado, lo que vives, lo que has ido aprendiendo, con humildad, sencillez, claridad y mucha paciencia, podrás transmitirlo a quienes estén a tu lado. No esperes que te vengan a pedir, tienes que salir al encuentro para dar, buscar siempre la oportunidad para anunciar la Palabra, que es Jesucristo”.
Hacia el final de su reflexión pidió la intercesión de San Antonio de Padua, en su día, para que haya “muchas y santas vocaciones sacerdotales, a la vida religiosa, misioneras, para nuestras comunidades”. También suplicó a Nuestra Madre del Valle y al Beato Mamerto Esquiú “que estén siempre pendientes de nuestra diócesis, para que podamos ofrecer con generosidad esas vocaciones que nuestra nuestra comunidad y el mundo necesitan”, rogó.
Rito de ordenación diaconal
Seguidamente se inició el rito de la ordenación diaconal en el que Carlos Daniel expresó su voluntad de recibir el Orden Sagrado en el grado del Diaconado. Y se postró mientras toda la asamblea cantaba las Letanías.
A continuación, el Obispo le impuso las manos elevando la plegaria de Ordenación y el padre Eugenio Pachado junto sus papás le colocaron la estola según el modo diaconal y lo revistieron con la dalmática. En la estola lleva estampada la escena del Lavatorio de los Pies, que representa el servicio, en uno de los galones, el logotipo del Ave María con una corona, y en el otro, el del Jubileo de la Esperanza que estamos viviendo en este año.
Ya con sus vestiduras diaconales, se puso de rodillas delante de sus padres y les besos las manos en señal de humildad y gratitud, gesto que se vivió con mucha emoción.
Siguiendo con el rito, se acercó al Obispo quien le entregó el Libro de los Evangelios y después lo estrechó en un abrazo de paz, para manifestar la alegría de recibirlo como Diácono.
Posteriormente, el flamante Diácono ayudó a preparar la Mesa Eucarística y también dio la Comunión.
Antes de la bendición final, alabó a la Virgen María con la oración y el canto, junto con el Obispo, los sacerdotes y todo el pueblo de Dios reunido para celebrar este feliz acontecimiento de fe para la Diócesis de Catamarca.