La jornada, precedida por la solemne Misa de Víspera en la noche del 15 de julio, tuvo momentos de oración, devoción popular y una mensaje pronunciado por Mons. Isauro Covili Linfati, OFM, obispo de la diócesis de Iquique.
La celebración se desarrolló bajo el lema: “Virgen del Carmen, patrona de Chile, contigo caminamos como hermanos y testigos del Señor”. Cuando la imagen de la Carmelita salió del santuario, fue recibida con pañuelos blancos, estandartes coloridos, música de los bailes religiosos y lágrimas de gratitud por el pueblo peregrino y mariano.
Durante su homilía, Mons. Covili reflexionó sobre la figura de María como madre, peregrina y discípula fiel, habló sobre su sencillez, su disposición a la voluntad de Dios y su vida de servicio: “María fue proclamada feliz porque creyó en su pequeñez de servidora, en la Palabra del Señor y en su entrega y disponibilidad de pobre”.
El obispo invitó a mirar a la Virgen como ejemplo de auténtica alegría y humildad, enseñando que “los verdaderamente pobres son alegres”, y que esa pobreza evangélica abre el corazón a Dios, al prójimo, y a una vida que celebra el don de la fe.
Recordó que un corazón pobre, como el de María, “no es cerrado ni egoísta”, más bien, es contemplativo, fraterno y lleno de gratitud. Así, afirmó que la verdadera espiritualidad debe estar anclada en la oración, en la escucha del Evangelio y en la solidaridad activa: “Quien es verdaderamente pobre sabe rezar y dialogar… celebra la vida y da gracias a Dios”.
La autoridad eclesial recordó que el camino de la santidad implica coherencia de vida. Afirmó con preocupación que muchas veces las comunidades cristianas, incluso las devociones más sentidas, corren el riesgo de desconectarse de la realidad del sufrimiento humano.
“El hoy de la historia nos reclama una vida coherente y creíble”, expresó, interpelando a los presentes a no celebrar rituales vacíos y asumir el compromiso del Evangelio en las realidades concretas de injusticia, dolor y exclusión.
“Un Dios que, de una manera o de otra, vaya contra la vida o la dignidad de las personas es siempre un ‘dios falso’. No es el Dios cristiano”, dijo Mons. Covili, defendiendo con fuerza la vida frente a las propuestas legislativas sobre el aborto. Y agregó: “Las comunidades cristianas y todo buen peregrino que reconoce a María como su Madre, es invitado por Dios mismo a ser amigo de la vida, amarla, cuidarla y defenderla apasionadamente”.
Otro de los ejes de su mensaje fue la visión de la Iglesia como un “taller de restauración”, donde la fragilidad humana se encuentra con la gracia transformadora de Dios. “La Iglesia es constituida por pecadores, personas dañadas, en construcción y en restauración”, dijo. Desde esa perspectiva, animó a no reducir la pastoral a lo litúrgico o catequético y, por el contrario, convertirla en un lugar de memoria, sanación y anuncio esperanzador del Reino.
Denunció que aún hay muchas personas y pueblos “crucificados”, como las mujeres maltratadas, los ancianos abandonados, los pobres ignorados, e alentó a bajar de la cruz a los que hoy siguen sufriendo: “Tenemos que bajar de la cruz a las personas y poblaciones crucificadas”.
La homilía culminó con una invitación a resistir espiritualmente ante las tentaciones del mundo moderno: supersticiones, mentiras, indiferencia y consumo de poder. “El cristiano peregrino de esperanza es el que se resiste a una vida cómoda”, señaló el obispo, y animó a todos a ser Iglesia en salida, “capaz de recorrer caminos no frecuentados para cumplir el envío misionero de Jesús”.
Frente a miles de fieles que llegaron desde distintas zonas del país, Mons. Covili valoró especialmente el testimonio de los bailes religiosos y su entrega incondicional a la Virgen. Agradeció sus desvelos, sacrificios y el amor que demuestran en cada gesto, canto y danza. “Confío nuestra existencia, nuestra fe, el andar de los bailes religiosos, como también la vida de todo peregrino, a la Virgen del Carmen de la Tirana, nuestra Chinita”, concluyó.
Tras la misa, la vigilia se vivió con emoción: se proyectó el testimonio de una madre peregrina con su bebé, símbolo del caminar de la fe. Luego, el canto “Santa María de la Esperanza” acompañó las oraciones de intercesión, en las que participaron agentes pastorales, servidores públicos y representantes de diversas vocaciones eclesiales.
La bendición final de Mons. Covili dio paso al tradicional silencio previo al día 16. A medianoche, la explanada estalló en júbilo: miles de cirios encendidos iluminaron el rostro de la Carmelita, mientras el pueblo entonaba con lágrimas el himno “Reina del Tamarugal”. Con ese gesto de amor mariano, inició la jornada central de la Fiesta de La Tirana 2025, testimonio vivo de una fe que camina, reza, canta y resiste con esperanza.