En el comienzo de su homilía, el Obispo expresó: “Nos hemos congregado para dar gracias a Dios por estos cuatro años que nos acompaña la figura de nuestro querido comprovinciano Fray Mamerto Esquiú como Beato, con ese gran rol que le asigna Dios para cuidarnos”.
Seguidamente, recordó que “nos encontramos en el Mes de la Biblia, y los textos que acabamos de escuchar, sobre todo el del apóstol Pablo, nos ponen en esta órbita de la centralidad de la Palabra de Dios. También la oración que se compuso para esta Misa pone de relieve que el Beato Mamerto Esquiú fue abrevando en las aguas del Evangelio, para poder promover entre los suyos, en su tiempo, la fraternidad y la caridad”.
En este sentido especificó que “el Evangelio es Jesús, quien se quedó de un modo concreto en estos cuatro textos que llamamos Evangelios”, agregando que “esta Buena Noticia es una persona: Jesucristo… Cuando uno habla de Evangelio significa algo que se anuncia, que se pronuncia, y de ahí viene la palabra ángel, un mensajero. El Beato Mamerto Esquiú fue un verdadero mensajero de Jesucristo allá en el siglo XIX, siglo conflictivo, como lo es nuestro siglo XXI, problemas, desafíos que se presentan y que ponen a prueba el talante de cada ciudadano y, de un modo particular, de cada cristiano, qué valía hay en nosotros. Esquiú, en su tiempo la mostró, un gran temple que lo encontraba en Jesucristo. No hacía componendas con el mundo, se puso a trabajar de lleno en medio de este servicio tan importante como es la política. Pero no se dejó tergiversar por los intereses mezquinos, siempre estaba Jesucristo en el centro, y por Jesucristo supo apartarse oportunamente de las trenzas que había en su tiempo, como las hay hoy y las habrá en lo sucesivo, porque mientras el ser humano esté peregrinando por este mundo será frágil, tendrá mezquindades, debilidades, malas intenciones, errores, ignorancia”.