En esta línea manifestó que “la caridad es la virtud de las virtudes, es el distintivo de la vida cristiana; es el amor hecho acto, hecho acción”.
Más adelante pidió al Beato Esquiú “que cada uno de nosotros, cada uno de nuestros familiares, cada miembro de esta comunidad y de toda la diócesis, seamos personas que van abrevando, saciando en estas aguas de las Escrituras, de la Biblia, conociendo más a Jesús para poder amarlo, porque nadie ama lo que no conoce. Y el Beato conoció mucho a Jesús en las Escrituras, en la oración de cada día, en el servicio a los hermanos, por eso lo amaba entrañablemente, y no quiso la vanagloria al igual que Jesús, sino la humildad, la sencillez”.
Resaltó que “hay que tener un corazón como el de Dios, humilde, sencillo, que nos lo mostró Jesús, y así podemos transformar la sociedad. Cuántos contemporáneos de Esquiú hubo en Catamarca que hoy nadie los recuerda, y tenían mucho más poder, más dinero y más influencia. Sin embargo, nadie los conoce ni los recuerdan, y a este humilde hombre se lo recuerda hoy, elijamos ese camino”.
Hacia el final de su reflexión, retiró la invitación a que “abrevemos cada día en estas aguas del Evangelio, ahí vayamos a saciar nuestra sed de paz, de amor, de sentido de la vida, de poder servir a los demás, de conductas que debo tener acá. El Evangelio es nuestra brújula, nos orienta por el camino de la vida. Si esto hacemos con mucha fe y constancia, verán cómo cambia la realidad en la que estamos. Porque si Cristo reina de verdad en nuestros corazones, en nuestra sociedad, todo será como decía esta oración, fraternidad y caridad”.