Todo catamarqueño, todo peregrino que viene, ora aquí delante de la Imagen; aquí llora, le pide consuelo, ayuda, aquí experimenta la maternal presencia de la Virgen. Y en el huequito de sus manos entreabiertas pone sus penas, sus dolores, sus tristezas, sus sueños, sus alegrías, a sus seres queridos”.
Finalmente, los invitó a que “en esta mañana, luego de la hermosa experiencia que han tenido de encuentro con el Señor y con la Virgen en Salta, también pongan a sus familiares y amigos, a sus seres queridos, su vocación, su vida, en el huequito de las manos entreabiertas de la Madre de Valle. Que Ella, la primera catamarqueña, los reciba con gran alegría, regocijo, con el corazón grande como toda madre recibe a sus hijos”.
Antes de la bendición final, el padre Dreidemie dijo que “nos hicieron sentir como en casa, porque compartimos la misma fe, que es un regalo inmenso que Dios nos da”.

Por su parte, el padre Manzaraz bendijo estampas de la Virgen del Valle y del Beato Mamerto Esquiú, que luego fueron entregadas a los miembros de la delegación.
En el momento de la consagración a Nuestra Madre del Valle, se rogó por las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras, por los sacerdotes y seminaristas.
Mientras se entonaban canciones de alabanza a la Reina y Señora de nuestros corazones, los presentes la saludaron con profunda devoción.