“¿Qué significa, en su núcleo esencial, ser cristianos? El Símbolo de la fe, profesado de modo unánime y común, se vuelve de esta manera criterio de discernimiento, brújula orientadora, eje sobre el cual deben girar nuestro creer y nuestro actuar.”
A propósito del nexo entre la fe y las obras, el Papa agradeció a las organizaciones internacionales, de modo especial a Caritas Internationalis y a Kirche in Not, por el apoyo a las actividades caritativas de la Iglesia y, sobre todo, por la ayuda prestada a las víctimas del terremoto de 2023.
El segundo desafío es el Reconocer en Jesús el rostro de Dios El Papa denunció una forma contemporánea de “arrianismo”, presente en la cultura actual y a veces hasta en los propios creyentes, cuando se ve a Jesús con admiración humana, incluso aún con espíritu religioso, pero sin considerarlo realmente como el Dios vivo y verdadero presente entre nosotros. Su ser Dios, Señor de la historia, viene de esta manera oscurecido y nos limitamos a considerarlo, a reducirlo en un personaje histórico, un maestro sabio admirable o un profeta moral sin reconocer su plena divinidad: “Cristo no es un personaje del pasado, sino el Dios vivo que guía la historia”.
El tercer desafío: Mediar la fe y desarrollar la doctrina. Recordando la continuidad entre Nicea y Constantinopla, resaltó la necesidad de expresar la fe en categorías comprensibles para cada época. Citó a san John Henry Newman como referente del desarrollo doctrinal, que no altera la fe, sino que la despliega desde dentro como un organismo vivo.
El ejemplo de san Juan XXIII: trabajar como los pescadores del Bósforo
En un gesto entrañable, el Papa evocó la figura de san Juan XXIII, quien fue delegado apostólico en Türkiye y que expresó un profundo amor por el pueblo turco. Citó sus palabras y recuerdos del Bósforo para motivar a los presentes a ser “pescadores intrépidos” en la misión, trabajando con perseverancia, humildad y alegría. León XIV concluyó su discurso encomendando a la comunidad a la intercesión de María, la Theotokos, e invitándolos a vivir con entusiasmo, esperanza y valentía su vocación, aun siendo un pequeño rebaño: una Iglesia sembrada como levadura en medio de un mundo diverso, desafiado y necesitado de la luz del Evangelio.