Hemos conmemorado un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo de 1810. Pasaron doscientos quince años, de una epopeya que para muchos no tiene tanta importancia como el 9 de julio de 1816. Sin embargo, desde 1810 se abrieron los caminos en busca de una revolución que liberara para siempre al país del yugo español. (Por Guillermo Alejandro Bordón)
Cada historiador tiene una mirada propia sobre el 25 de mayo.
Para llegar a la libertad había que atravesar una revolución.
En la historia de la humanidad la revolución siempre tuvo un
sello de sangre. Distintos bandos enfrentándose a partir de la idea o un cierto
idealismo que hasta ahora nadie pudo visualizar su resultado positivo. Esas
sangres derramadas en los campos de batallas solo sirvieron para regar el
resentimiento y la sed de venganza. Aunque la razón estuviera, nunca se
entendió el medio utilizado. Para que haya revolución debe haber sangre dicen
algunos pensadores extremos. Una vida que se mate no tiene importancia a los
miles que se pueden salvar. El problema de ciertos pensamientos es que buscan
transformar lo malo que existe en el mundo pero para lograrlo hay que
implementar los mismos medios del opresor. Basta con mirar a América latina y
darse cuenta que las pretendidas revoluciones sólo fueron excusas para instalar
otra forma de poder disfrazada de palabras románticas llenas de idealismo.
Bastante muertos en nombre de proclamas que en su momento eran convincentes ,
pero hoy, simplemente son bastardeos a la humanidad. Son las revoluciones
vaciadas de contenidos.
San Juan Pablo II, para los que pintamos canas ochentosas,
convocaba a los jóvenes a la “Civilización del Amor”. Ya lo dijo el Papa polaco
en una Audiencia General del 15 de diciembre de 1999. “En
la base de esta civilización se encuentra el reconocimiento de la soberanía
universal de Dios Padre como manantial inagotable de amor. Hemos asistido al ocaso de las ideologías que
vaciaron de referencias espirituales a muchos hermanos nuestros, pero los
frutos nefastos de un secularismo que engendra indiferencia religiosa siguen
presentes, sobre todo en las regiones más desarrolladas. En los últimos
decenios, la pérdida del sentido de Dios ha coincidido con el avance de una
cultura nihilista que empobrece el sentido de la existencia humana y, en el
campo ético, relativiza incluso los valores fundamentales de la familia y del
respeto a la vida. Con frecuencia, todo esto no se realiza de modo llamativo,
sino con la sutil metodología de la indiferencia, que lleva a considerar
normales todos los comportamientos, de modo que no surja ningún problema moral”.
Toda
revolución implicó de alguna manera la libertad como valor fundamental.
“La libertad no
consiste en hacer lo que nos gusta, sino en tener derecho a hacer lo que
debemos”, decía San Juan Pablo
II.
Esa libertad es la que debemos buscar. No hay que dejarse
engañar con aquellos que buscan la libertad desde el plano vacío de
espiritualidad que niega la existencia de un otro. Ese “otro” con la dignidad
de persona y no como una herramienta que se usa y se descarta. Si vivimos la
libertad que nos marca el camino ético de nuestra existencia estaremos encendiendo
otra llama revolucionaria: La civilización del amor que trae verdad y justicia.
Sin ellas, la revolución está cimentada en arena.
Hoy cumplimos 10 años de una locura olor a evangelio. Si. Si. Una locura. Pero no nuestra locura. La locura de él. De Jesús hablamos. Nosotros simplemente fuimos unos osados en decir si. Y claro….en algún momento de nuestras vidas Jesús nos miró a los ojos, pronunció nuestros nombres para encargarnos de una misión. (Por Guillermo Bordón)
Argentina está viviendo nuevamente un proceso electoral que tiene como objetivo, a los ojos de la estructura política del país, evaluar el gobierno. Por un lado, se escucha el discurso de buscar la continuidad en el poder para evitar que otro espacio político, que ya gobernó durante años el país, siga en vigencia. (Por Guillermo Alejandro Bordón)
Imagina un bosque espiritual, donde San Francisco de Asís es un jardinero humilde que cultiva la fe con amor por la creación. El Hermano León, su fiel compañero, es como un cordero leal que camina a su lado, portando una simplicidad pura y una devoción silenciosa. (Por Fray Armando ofm)
Publicamos el prefacio que el Papa Francisco escribió el 7 de febrero para el libro del cardenal Angelo Scola, arzobispo emérito de Milán, titulado “En espera de un nuevo comienzo. Reflexiones sobre la vejez”. El volumen, de Libreria Editrice Vaticana, estará en las librerías a partir del jueves 24 de abril. (Fuente: Vatican News)
«La misericordia de Dios es nuestra liberación y nuestra felicidad. Vivimos de la misericordia y no podemos permitirnos estar sin misericordia: es el aire que respiramos. Somos demasiado pobres para poner condiciones, necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados». Si hay un mensaje que más que ningún otro caracterizó el pontificado del Papa Francisco y está destinado a permanecer, es el de la misericordia. (Fuente: Vatican News)