Limosna es dar algo de
ayuda económica o material a alguien necesitado. Lamentablemente por mucho
tiempo (quizás aún), se tenía como pegado a este concepto la idea de la lastima
por el infortunado. Jesús enseñó que para dar, hay que hacerlo con el corazón y
con lo que se tenga para vivir o compartir, no solamente donar lo que te sobre.
Es decir, tener un corazón más grande.
Ante este camino que nos
ofrece la cuaresma debemos preguntarnos si no estoy más llenos de preguntas y
excusas a la hora de ser generoso o compartir lo que tengo que justificaciones
reales para no dar. Aclarando, “este es un vago”, “hay que enseñarle a pescar,
no darle el pescado”, “seguro que se droga con lo que le doy”, “va a comprar
vino”, “etc, etc”.
Estaría bueno preguntarnos, entonces, si mi corazón busca
“próximos” o los descarta. Si mi corazón aduanero pone mil excusas antes de
hacer pasar a alguien a la sala de su misericordia activa. Mirada y gestos de
amor son las limosnas de nuestro siglo.