En cuanto al testimonio de Esquiú como peregrino, consideró que “podría sernos suficiente ir a un itinerario de los muchos lugares que lo vieron pasar durante su no tan prolongada vida... Sin embargo, no es a este tipo de peregrinaje exterior al que me voy a referir, sino un tipo de peregrinaje o camino interior. Decía un gran autor: ‘…en la medida en que el alma se unifica, descubre la dirección a seguir, descubre que le corresponde buscarla. Así es que se pone al servicio del bien, o a servir para el bien’”.
“Es verdad, sólo el alma interiormente unificada, sabe en qué dirección debe orientar su vida, su camino, su peregrinar. Se trata de esa capacidad que seguir ‘la propia voz interior’, que, como sensatos y prudentes, sabremos poner a consideración de otras personas autorizadas espiritualmente. Y en esto, el Beato Esquiú, fue un verdadero peregrino, pues nunca hizo lo que se le ocurría, sino que cada paso en su camino de la vida fue fruto de una profunda y sincera reflexión ante el Señor, y contando con la mediación de la necesaria consulta a sus superiores. Para él, seguir a Jesús, era estar dispuesto también a ‘dar la vida’, lo cual nos consta por su desempeño tanto como fraile sacerdote, como obispo y pastor”.
Al referirse a Esquiú, como testimonio de unidad, afirmó que “también aquí podríamos hablar de sus discursos y de su empeño en concientizar a los habitantes de esta tierra nuestra de la imprescindible consigna de unidad, para poder alcanzar el loable fin del bien común”. Sin embargo, enfocó el tema desde la interioridad, mencionando las palabras de San Juan Clímaco, un monje del desierto: “‘Cuando un hombre está completamente unido a la caridad divina, incluso el aspecto exterior de su cuerpo, como un espejo, refleja el esplendor de su alma’. Y algo de esto es lo que se percibía en Esquiú (…). Él supo tomarse a sí mismo como punto de partida, pero no como objetivo final, sino que unió todo su ser al servicio de los demás. Nadie da lo que no tiene, dice un conocido refrán. Y nuestro beato inspiró la unidad porque estaba unido interiormente en cuerpo, alma y espíritu al Señor”.
“Sabemos que la ley de Cristo es la caridad en la unidad, y que solamente llegan a cumplirla aquellos que no la quebrantan ni aun cuando son maltratados. Ayer el Beato Esquiú, como hoy nosotros, estamos llamados a unirnos escuchando el grito de los pobres para desafiar las estructuras de pecado que crean y perpetúan esta situación. Sabemos que eso no podemos hacerlo solos, por nuestra fragilidad e inconsistencia interior, pero unidos, apoyándonos unos a otros, somos capaces de lograr que algo cambie”.
Luego de repasar los tres aspectos del Beato Esquiú como pastor, peregrino y testigo de la unidad, invitó a que “pongamos algo de eso en práctica en nuestras propias vidas, según las posibilidades de cada uno. Porque también nosotros podemos practicar la humildad en tanto vamos teniendo conciencia de la grandeza inherente a nuestras personas y a nuestro destino, grandeza que sólo debemos –como el Beato Mamerto Esquiú- a la gracia de Dios”.
Al finalizar la Santa Misa, se llevó a cabo la procesión llevando la imagen del Beato Mamerto Esquiú precedida de las reliquias portadas por Fray Pablo Reartes alrededor de la plaza 25 de Mayo. A lo largo del trayecto se meditó sobre distintos aspectos de su vida, matizado con canciones y oraciones.
En el Paseo de la Fe se impartió la bendición final, y entre vivas culminaron los actos en honor del Beato Mamerto Esquiú, pastor y peregrino, testimonio de unidad.