4.- La Eucaristía es ‘participación’ y hace a la Iglesia participativa. La Eucaristía nos hace formar parte, participar, del único Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, donde todos somos miembros vivos y activos. Por eso una Iglesia sinodal es una Iglesia participativa y corresponsable donde “cada bautizado debe sentirse comprometido en el cambio eclesial y social que tanto necesitamos. Este cambio exige una conversión personal y comunitaria que nos haga ver las cosas como las ve el Señor”.
5.- La Eucaristía es “misión” y hace a la Iglesia “misionera”. La Eucaristía es prolongación sacramental de la misión del Hijo de Dios que vino al mundo para redimirlo y transformarlo. Y los que participamos de la Eucaristía somos invitados a ser, como Iglesia, testigos ante el mundo de la misión de Jesús. Por eso, la conclusión de cada Santa Misa es un envío a la misión, en la que estamos comprometidos todos los bautizados, cada uno según su propia vocación dentro del Pueblo de Dios: los obispos, los sacerdotes, los diáconos, los miembros de la vida consagrada y de los movimientos eclesiales, los laicos.
En la celebración eucarística la Iglesia renueva continuamente su conciencia de ser “signo e instrumento”, no solo de la íntima unión con Dios, sino también de la unidad de todo el género humano. El cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a ser promotor de comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida. La Eucaristía es como una gran escuela de paz, donde se forman hombres y mujeres para que, en los diversos ámbitos de responsabilidad de la vida social, cultural y política, sean artesanos de diálogo y comunión. La participación en la Eucaristía es un impulso para un compromiso activo en la edificación de una sociedad más equitativa y fraterna.
En fin, la Eucaristía es alimento vivificante, nos da fuerzas para vivir como Jesús vivió, esto es, a considerar la propia vida como una misión y motivados por una exquisita solidaridad. La Eucaristía donde el Señor se “parte” y se entrega por nosotros nos debe llevar al servicio de los más pobres y necesitados. Ella es el motor de la misión y de la solidaridad, del compartir el alimento y la fe. La sinodalidad está al servicio de la misión de la Iglesia, en la que todos sus miembros estamos llamados a participar.